ALGUIEN A QUIEN AFERRARSE
- El Blog de Edgar y Liz

- 24 jun 2020
- 2 Min. de lectura
Compilado por Liz de Soto

En su libro “The Fisherman and His Friends” (El pescador y sus amigos), Louis Albert Banks habla de dos hombres que recibieron la asignación de vigilar un barco mar afuera. Durante la noche, las olas de una fuerte tormenta tiraron a uno de ellos fuera de borda. El marinero que se ahogó había estado en el lugar más protegido, mientras que el que sobrevivió estaba más expuesto a los elementos. ¿Cuál fue la diferencia? El hombre que se perdió no tenía nada de qué agarrarse.
¡Qué imagen de la manera en que las pruebas de la vida afectan a algunas personas! Cuando la vida es pacífica son muy autosuficientes, pero cuando las cosas se ponen difíciles, son arrasadas. Puesto que han rechazado la ayuda de Dios y no tienen nada de qué agarrarse, se sienten abrumadas fácilmente.
Sin embargo, la gente que se aferra a Dios puede resistir las tormentas más violentas de la adversidad. Muchas veces se les oye decir: “No sé qué haría sin el Señor”. Saben que el Padre celestial siempre está con ellos para fortalecerlos, guardarlos y protegerlos.
Los que han puesto su esperanza en Dios tienen a Alguien en quien se pueden apoyar en todas las circunstancias de la vida. Pueden decir del Señor: “Refugio mío y fortaleza mía, mi Dios, en quien confío”… ¿Lo puedes decir tú?...
Richard De Haan
Leamos las promesas que Dios nos da en el Salmo 91, apliquémoslas a nuestra vida y confesémoslas las veces que las tormentas quieran atacar el barco de nuestras vidas:
“El que habita al abrigo del Altísimo se acoge a la sombra del Todopoderoso.
Yo le digo al Señor: ‘Tú eres mi refugio, mi fortaleza, el Dios en quien confío’
Sólo Él puede librarte de las trampas del cazador y de mortíferas plagas, pues te cubrirá con sus plumas y bajo sus alas hallarás refugio. ¡Su verdad será tu escudo y tu baluarte!
No temerás el terror de la noche, ni la flecha que vuela de día, ni la peste que acecha en las sombras ni la plaga que destruye a mediodía.
Podrán caer mil a tu izquierda y diez mil a tu derecha, pero a ti no te afectará. No tendrás más que abrir bien los ojos, para ver a los impíos recibir su merecido.
Ya que has puesto al Señor por tu refugio, al Altísimo por tu protección, ningún mal habrá de sobrevenirte, ninguna calamidad llegará a tu hogar. Porque Él ordenará que sus ángeles te cuiden en todos tus caminos.
Con sus propias manos te levantarán para que no tropieces con piedra alguna. Aplastarás al león y a la víbora; ¡hollarás fieras y serpientes!
‘Yo lo libraré, porque él se acoge a mí; lo protegeré, porque reconoce mi nombre. Él me invocará, y yo le responderé; estaré con él en momentos de angustia; lo libraré y lo llenaré de honores. Lo colmaré con muchos años de vida y le haré gozar de mi salvación”.
… ¡Dios te bendiga!...





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