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BERTUCCI, LOS BRUJOS, EL GOBIERNO Y LA ALIANZA DEMOCRÁTICA.

  • Foto del escritor: El Blog de Edgar y Liz
    El Blog de Edgar y Liz
  • 12 may 2021
  • 3 Min. de lectura

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En el imaginario evangélico se llega a calificar a los brujos, hechiceros y todo esotérico como las personas más pecadoras y abominables de todos los hombres, catalogándolos de una condición distinta al resto de los mismos. Esta percepción, a la luz de las Escrituras es un error y un equívoco, pues dicha práctica no los hace distintos al resto de la humanidad. Esta condición, a la luz de las Palabras de Cristo no los hace más pecadores que el resto de los hombres, pues el Señor declara que independientemente de los hechos de los hombres, esto no los hace más ni menos culpables, cuando sentencia: “os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente”. (Lucas 13:1-5).

Más aún, dicha condición esotérica no los aísla, o no los separa del resto de la humanidad y entran en la misma categoría que describe el apóstol Pablo en 1ª Corintios 5:10,11, es decir: "fornicarios, avaros, idólatras, maldicientes, borrachos", definiendo que cualquiera sea la práctica pecaminosa del hombre, "todos están bajo pecado" (Romanos 3:9), lo cual no imposibilita que los creyentes se acerquen a éstos para de alguna manera relacionarse, lo cual de por sí es inevitable, más aún hasta necesario, pues Pablo dice al respecto que la única manera de no llegar a vincularse con ellos “sería saliendo del mundo” (1ª Corintios 5:10); y evidentemente ese no es el plan de Dios, todo lo contrario, Dios quiere que ellos sean influenciados con la presencia de la iglesia y de los creyentes, que sean leudados y vean el reino de Dios en la vida de hombres de carne y hueso, y no que su iglesia asuma frente a ellos una postura ascética y pagana de alejamiento y descalificación que impide que el amor de Dios llegue a estas almas necesitadas, que son gente con vulnerabilidades propias de los hombres.

Así que, en este contexto es un exabrupto y un despropósito señalar al pastor Bertucci como desacertado, equivocado o en pecado por entablar diálogo y negociaciones dirigidas a encontrar soluciones pacifistas al conflicto que está viviendo el país.

En este sentido, cualquier apreciación en torno a las decisiones tomadas por el pastor, y que tienen que ver con el “error” (para algunos) de haberse asociado con los partidos de la Alianza Democrática sentándose en la Mesa de Diálogo Nacional para discutir y negociar con el Gobierno, han producido toda una serie de consideraciones descabelladas dirigidas a descalificarlo, llegando a señalarle qué tiene que hacer y qué no tiene que hacer. A estos expertos y sabios se les olvida que es el Señor quien dirige al pastor y que los caminos y pensamientos de Dios son más altos que el pensamiento religioso y legalista (Isaías 55:9), con el cual pretenden maniatar y colocar en una camisa de fuerza las posturas y acciones del pastor.

La condición esotérica de los gobernantes, la condición de no creyentes o no conversos, o de cristianismo nominal de los partidos de la Alianza Democrática no debe ser obstáculo para llegar a acuerdos consensuados dirigidos a solucionar la situación de crisis y conflicto que vive el país.

El próximo presidente de Venezuela va a ser el presidente de todos los venezolanos, y en ese espacio no sólo entran cristianos, evangélicos, católicos, adventistas, musulmanes, sino también ateos, inconversos y libre pensadores, etc. Así que, ubicar al pastor Bertucci en una cápsula aislada, de santidad ascética, que no se vincula sino que menosprecia al resto de los hombres es “santurronería farisáica”, que es un mal que solapadamente afecta a un sector de la iglesia en Venezuela y es un mal de la naturaleza humana caída, que persigue a través de esfuerzos santificatorios de autosuficiencia humana poder ganarse el reino de los cielos, pues algunos no entienden que quién santifica es el Espíritu Santo, y que no son las cosas exteriores lo que contamina sino que lo que sale del corazón del hombre es lo que contamina. Así que, cuando juzgamos al resto de los hombres, siendo jueces con malos pensamientos, estamos lejos del modelo de Jesucristo en los evangelios, el cual Él nos dejó para ser imitado.

Desafortunadamente, sectores de la iglesia están más pendientes, al igual que los fariseos de condenar, de juzgar, de sentenciar, de decirle a los demás cómo tienen que hacer las cosas, y se encuentran incapacitados para mostrar de manera efectiva y práctica el amor de Dios y ser medio y vehículo que leude, influenciando, mostrando a Jesucristo para bien del resto de los hombres y mujeres en este país.

Lcdo. Edgar Soto R.

 
 
 

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