EL HERMANO MAYOR DEL HIJO PRÓDIGO Parte I

Lcdo. Edgar Soto R.

Por lo general, cuando se hace referencia a la parábola que narró nuestro Señor Jesús, acerca del hijo pródigo, la tendencia es destacar las acciones del Padre y del hijo perdido, sin embargo nosotros aquí nos vamos a enfocar en la actitud del hermano del hijo pródigo...

Leamos Lucas 15:11-32

¿Cuál era la relación que el hermano mayor había establecido con su hermano menor? ¿Por qué no se alegró por el regreso de su hermano a la casa del padre? ¿No evidenciaba esto desde el principio sentimientos mezquinos y egoístas en relación con su hermano? ¿No demuestra esto que no tenía una relación correcta con su hermano?

Los versículos 25 y 29 revelan que el hijo mayor era una persona muy ocupada en las labores y en el servicio de la casa de su padre. Para él lo más importante era que la casa de su padre (la denominada obra de Dios) contase con su participación; estar ocupado, trabajando en ella y no las necesidades espirituales de su hermano, con quien no se relacionaba y por quien no sentía afecto. El hecho de que su hermano menor abandonara la casa del padre fue para él motivo de enojo, no de dolor ni de tristeza, sino todo lo contrario, de juicio y murmuración contra su hermano. Para él, su hermano menor era un frío, un mundano que desperdició las bendiciones del padre, pero no tenía la capacidad para ver la necesidad espiritual que padecía el hermano, carecía de sensibilidad, de empatía espiritual, de compasión por el hermano que se había ido, pero ¿por qué esta actitud? La razón era la mentalidad y actitud religiosa que esclavizaba al hermano mayor, quien estaba marcado por la autosuficiencia y por falta de misericordia.

Cuando el hijo mayor le llega a declarar al padre que le había servido durante muchos años y hasta de manera intachable (vrs. 29) estaba evidenciando que ese servicio era hecho en la carne, lo cual significaba que él se servía a sí mismo; lo importante para él era su posición personal en la casa del padre. Esta declaración denota, por su parte que no tenía una relación afectiva con su padre ni con su hermano y la razón de su servicio no era de agradecimiento sino de orgullo personal, de posición y de nombre. Pero este servicio no le era motivo de satisfacción ni de gozo. Estas son las consecuencias de rendir servicio en la obra de Dios sin relación ni consagración al Padre y esto sucede cuando la razón del trabajo en la obra es el obtener posiciones personales y puestos de reconocimiento. En el fondo esto produce insatisfacción, falta de gozo, pues la motivación del servicio no es ni el Padre ni es la gente.

El hermano mayor del hijo pródigo estaba llamado a ser el guardador de su hermano, orientándolo, aconsejándolo, ofreciéndole amor de hermano, ¡pero no, el hermano mayor estaba muy ocupado en el servicio de la obra y no tenía tiempo para brindarle protección a su hermano!

Si bien es cierto, cada quien es responsable de sus decisiones y el hijo pródigo cosechó las consecuencias de sus malas decisiones, lo mismo cabía para el hermano mayor, su descuido negligente en relación con su hermano obró consecuencias espirituales de indiferencia, falta de comprensión, desamor y por último enojo, que es lo mismo que asesinato, la misma actitud de Caín con Abel. Para el mundo, cuando la persona falla o peca merece juicio y castigo. El arrepentimiento no es suficiente, más aún no merece perdón; de la misma manera, para algunos creyentes es de ese modo. El hermano mayor se puso a sí mismo como el fiel de la balanza, la justa medida de justicia humana “he aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido en nada”, pero esa experiencia no le sirvió de mucho pues carecía de misericordia.

Es importante señalar que la obra de Dios es la gente y uno de los elementos más importantes que Dios va a valorizar es la calidad de nuestra relación con la gente. Por este elemento seremos reconocidos como verdaderos discípulos “por el amor que tuviereis los unos para con los otros” Juan 13:35.

… continuará…