El Hermano Mayor del Hijo Pródigo. 2da Parte

Lcdo. Edgar Soto R.

El hijo mayor tenía mentalidad de siervo, de jornalero y no de hijo, por eso no sabía que las cosas del padre le pertenecían y que las promesas de Dios eran para él. No experimentaba libertad ni confianza para participar de la fiesta en la casa del padre, pues lo primero que hace es no ingresar con confianza a la casa para informarse y ser partícipe de lo que acontecía, sino que se quedó fuera preguntando a los criados, como si él fuera un perfecto extraño, ajeno al acontecer de la casa de su padre.

El hermano mayor del hijo pródigo vio con suma extrañeza la celebración con música y danza en la casa del padre (Lucas 15:25 y 26) al punto de preguntarle a los criados qué era aquello. Esta manifestación denota que él no estaba acostumbrado a las celebraciones en la casa de su padre, ni las patrocinaba por propia iniciativa, pues pensaba que no era propio hacerlas y porque desconocía al padre, no sabía quién era, pues su relación con él se circunscribía al servicio disciplinado como obligación autoimpuesta. Tan cierto era este hecho, que tenía muchos años sirviéndole, no habiéndole desobedecido jamás, pero había ausencia de relación afectiva, de servicio amoroso hecho con gozo, convirtiéndose de este modo el servicio en justicia propia, como manifestación de su propia justicia. Es decir la religión que pasa a sustituir la relación dejando la comunión que nos lleva genuinamente a un conocimiento del Padre.

El hijo mayor no era consciente de que los bienes del padre le pertenecían, no se había dado cuenta de que el padre se los había entregado (Lucas 15:12); he ahí la razón por la cual no se había beneficiado de los mismos, no conocía a su padre como un hombre bondadoso ni generoso, pues le llega a recriminar: “nunca me has dado un cabrito para gozarme con mis amigos”. La relación del hijo mayor con su padre era desconcertante, no había fomentado una relación de confianza con él pues no creyó que podía hacer uso de los bienes que el padre le había dado, no conocía su carácter para tener libertad y fe y hacer uso de los bienes y beneficios que comportaba el ser hijo de su padre. El concepto que tenía el hijo mayor acerca de su padre era de un padre rígido, severo, como alguien exigente, demandante y casi como el amo, razón por la cual durante muchos años le había servido sin desobedecer, pero motivado y guiado desafortunadamente por sentimientos equivocados (temor a la autoridad paterna), de ahí la relación distorsionada, casi desfigurada que había entablado con su padre; esta era la causa y motivación por la cual servía y obedecía, no como resultado de una relación de amor con el padre sino como quien se relaciona con el padre a través de normas y reglas, lo cual le trajo como consecuencia la incapacidad para perdonarse a sí mismo y hasta una actitud de rebelión. No podía y era incapaz de perdonar a su hermano, no se identificaba con la necesidad de él al buscar perdón y auxilio.

En este contexto el padre se apresura no sólo a declararle que las cosas de él le pertenecían como hijo que también era, sino que lo hace con un tono afectuoso de padre que ama a su hijo… se dirige a él y le dice “hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas” (Lucas 15:31) ratificando su condición, y le corrige erróneas apreciaciones en el sentido de que si bien el hijo pródigo había desperdiciado sus bienes y vida, lo cual admite el padre al señalar que estaba muerto pero que sin embargo había revivido, motivo por el cual era importante regocijarse y hacer fiesta, actitud que debía compartir el hijo mayor, pues su actitud de rechazo y menosprecio lo alejaba del seno del hogar, de la relación con su hermano y por ende, con su padre. El señalamiento del padre invitaba a su hijo mayor a modificar esa posición en relación con su hermano menor, pues estaba llamándole a ser su salvaguarda, ya que en cierta medida el hermano menor era su responsabilidad y debía protegerlo.

… continuará …