EL HERMANO MAYOR DEL HIJO PRÓDIGO: 3era ENTREGA:
- El Blog de Edgar y Liz

- 24 sept 2020
- 3 Min. de lectura
Lcdo. Edgar Soto R.

El hijo mayor tenía una actitud religiosa, de prejuicios ante el hermano menor a quien cuestionaba por llevar una vida dispendiosa, a pesar de que éste retornaba arrepentido al seno de su casa, la de su padre, quien esperaba ansiosamente su regreso. A los ojos del hijo mayor, el menor no tenía ningún derecho de regresar, su pecado lo descalificaba para tal acto, al punto de cuestionar al padre por haberlo recibido y hasta agasajarlo por dicha acción, cuando le argumenta que él como quien le había servido por tanto tiempo sí tenía derechos, méritos para ser reconocido y exaltado, evidenciando su actitud de orgullo, autosuficiencia y justicia propia.
En el vrs. 30 el hijo mayor increpa al padre por tolerar el pecado del hijo menor y no castigar la conducta del mismo. Esa actitud muestra una demanda de hacer juicio sin misericordia y creer que aquellos que se desvían no merecen el perdón ni la dádiva de Dios. Le echa en cara al padre que “éste, tu hijo”, no sólo malbarató los bienes, sino que además rechaza que el padre lo premie con el becerro gordo, lo cual no cabe en la mentalidad del hijo mayor, quien reclama juicio y castigo para su hermano menor.
Desafortunadamente el hijo mayor no sólo no conocía el amor del padre, sino que no era partícipe del mismo, en su corazón no había misericordia, de ahí la razón de su enojo ante el recibimiento que le hacen a su hermano menor, carecía de sensibilidad espiritual para gozarse con la recuperación y vuelta a casa de su hermano menor. Para él lo más importante llegó a ser cumplir con los deberes formales, trabajar en el campo, obedecer las directrices y normas, pero sin relación con él, lo cual lo despojó del gozo y bendición de una relación afectuosa con su padre y también con su hermano menor.
Pero ¿por qué el hijo mayor tenía esa percepción del padre? Este concepto tiene que ver y se forma como consecuencia del modo como nos relacionamos con nuestro Padre celestial; con Él hay que relacionarse a través de la fe, creyendo sus promesas, dependiendo de Él, no a través de la religión representada en mandamientos, doctrinas y tradiciones de hombres, (Mateo 15: 7,8,9) pues ello produce autosuficiencia, lo cual va en contra de la dependencia que le debemos al Señor. En la religión prevalece el esfuerzo personal, nuestra propia dirección, lo cual atenta contra la manifestación de Dios y su conocimiento.
CONCLUSIÓN
El discurso del hijo mayor representa la predicación del sistema religioso que nos condena, que nos acusa, que señala la falta sin misericordia y perdón, que reclama restitución por las ofensas y pecados y que desconoce la gracia como medio de restitución de los pecados y faltas de la iglesia y del creyente. Es el discurso religioso que no se centra en Jesús, sino en las normas y reglas, en el cuerpo doctrinal donde se pierde y desdibuja a la persona del Señor y en donde amamos y resaltamos nuestra doctrina favorita. Mientras que el discurso del Padre es de liberación y perdón, de gracia y misericordia, es el favor que nos restaura, que nos levanta, donde no tenemos que ser jornaleros para pagar por la gracia, sino gracia que nos restituye a la condición de hijo participe de la herencia, la bendición y la misericordia de Dios.
Lo único que puede marcar nuestra conducta diaria es la clase de relación que establezcamos con el Señor, y para ello es necesario vivir la Palabra de Dios. Se trata de encontrar en ella a la persona del Señor Jesucristo, de cómo agradar su nombre, buscando en el diario vivir la forma de hacer su voluntad, es decir obediencia, pero obediencia dirigida a: conocerle a Él, agradarle a Él y relacionarse con Él. Se trata en todo caso del Señor Jesucristo como el centro de nuestro andar, no de nuestro tema o doctrina favoritos, sino que todo en nosotros converja en la dirección de honrar y dignificar a la personal del Señor Jesús. El amor de Dios es una de las principales lecciones de ésta parábola y se ve manifestado en la persona del Señor Jesús.
“Esto lo hablo no como quien se presenta como modelo sino como a quien Dios le ha revelado sus demandas personales…. En lo que respecta a usted, el que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a la iglesia”… ¡Bendiciones!





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