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El Por qué de lo que sufrimos

  • Foto del escritor: El Blog de Edgar y Liz
    El Blog de Edgar y Liz
  • 13 nov 2020
  • 9 Min. de lectura

Todo empieza por el “principio”, y el “principio de la sabiduría” es el temor (reconocimiento) a Dios y el respeto a su autoridad. El problema es que ese “principio de autoridad” fue violado desde el “principio de la creación” misma y hasta el sol de hoy se sigue violando.

Es innegable que todas las cosas son creadas por la autoridad de Dios y todas las leyes físicas del universo se mantienen por esa misma autoridad: “…quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder” Hebreos 1:3.

Es imprescindible que todos los seres humanos (como creación de Dios) tengamos un encuentro con la autoridad de Dios y que poseamos un conocimiento básico de lo que ella es.

Para ello voy a citar el libro “Autoridad Espiritual”, de Watchman Nee (escritor chino):


¿Qué pasó en el principio?

El querubín grande, protector, que habitaba en el santo monte de Dios se rebeló contra Dios cuando sobrepasó la autoridad de Dios. Esa fue su caída y se convirtió en Satanás. (Ezequiel 28:14).

Rebelión es ofender la autoridad de Dios. Satanás intentó poner su trono (gobernar) sobre el trono de Dios. Fue la rebelión lo que Dios condenó, no tanto el pecado de vanagloria y exaltación propia, sino la rebelión a su autoridad.


La primera lección que debe aprender todo ser humano es la obediencia a la autoridad:

Después que Dios creó a Adán, le dio algunas órdenes, entre las cuales estaba no comer del fruto del árbol del bien y del mal. La intención de Dios no era la mera prohibición, sino que estaba poniendo a Adán bajo autoridad para que aprendiera obediencia. Por una parte Dios puso a todas las criaturas de la tierra bajo la autoridad de Adán, para que éste tuviera dominio sobre ellas, y por otra parte lo puso bajo su propia autoridad para que éste le obedeciera. De manera que el principio de Dios es que “solamente el que se sujeta a la autoridad puede ser autoridad”.

Pero, ¿Qué ocurrió?

Según el orden de la creación, Dios hizo a Adán antes que a Eva. A Adán le dio autoridad y a Eva la puso bajo la autoridad de Adán. De manera que Eva tenía doble autoridad a la cual obedecer, puesto que fue puesta no solamente bajo la autoridad de Dios, sino también, en el orden divino, bajo la autoridad de Adán; lo cual, por principio eterno no es diferente a nuestra posición actual. Eva, al ver que el fruto era bueno y agradable a los ojos, en vez de obedecer a Adán, no se sujetó al orden de Dios, ni obedeció a su autoridad. No fue gobernada por la obediencia sino por su propia voluntad. Tomó su propia decisión, y al no tomar en cuenta ni a Adán, ni a Dios, se rebeló y cayó de la gracia y de la presencia de Dios. Toda acción realizada fuera de la posición de obediencia es rebelión. Rebelarse contra la autoridad que representa a Dios es lo mismo que rebelarse contra Dios. Al escuchar a Eva y comer también, Adán pecó directamente contra la autoridad de Dios; lo desobedeció. Esto es rebelión y trae como consecuencia la muerte.

Hay muchos entre nosotros, que hacen lo que quieren y rehúsan hacer lo que no les gusta; jamás reflexionan si actúan obedientemente o no. Por eso muchas obras se hacen por el Yo (en rebelión), y no en la obediencia a Dios.


¿Qué significó esto?

Las acciones del hombre no deben ser gobernadas por el conocimiento del bien y del mal, sino por el sentido de obediencia. Antes de que Adán y Eva comieran del fruto prohibido, si no vivían delante de Dios, no sabían nada, pues su bien y su mal estaban realmente en Dios. Al tomar del fruto, descubrieron una fuente de bien y de mal en algo diferente de Dios, por consiguiente, los hombres ya no necesitan hallar en Dios el sentido del bien y del mal, pues lo tienen en sí mismos. Esto es el resultado de la caída. La obra de la redención consiste en llevarnos de vuelta adonde ahora hallaremos nuestro bien y mal en Dios, en la obediencia perfecta a él, que sólo es posible por medio de Jesús, quien “por lo que padeció, aprendió obediencia” Hebreos 5:8


Jesús inicia la obediencia:

Jesús y el Padre son uno (Juan 10:30). Son igual en poder, gloria y posesión. La gloria que Dios tenía en el principio, era también la gloria del Hijo: “… y ahora, Padre, glorifícame en tu presencia con la gloria que tuve contigo antes de que el mundo existiera” Juan 17:5.

En Filipenses 2:6-8 vemos que Jesús se humilló dos veces: la primera, se despojó a sí mismo de su divinidad, dejando su gloria. La segunda, se humilló a sí mismo en su humanidad, “haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”. Jesús mantiene más la autoridad de Dios (la voluntad de Dios) que su propia cruz (su sacrificio), cuando le manifiesta al Padre: “Padre, si quieres, no me hagas beber este trago amargo; pero no se cumpla mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42-NVI). De manera que el Padre viene a ser emblema de autoridad y Cristo el símbolo de la obediencia.


Se debe recobrar la obediencia:

Desde la caída de Adán, el desorden ha prevalecido en el universo. Cada cual cree que puede distinguir entre el bien y el mal y juzgar sobre lo correcto y lo incorrecto. A cada cual le parece que sabe más que Dios. Esta es la insensatez de la caída. Necesitamos ser librados de tal engaño, porque esto no es otra cosa que rebelión. Innumerables personas, incluyendo creyentes en Cristo, viven hoy en un estado de rebelión. Creen que su obediencia es completa cuando obedecen alguna cosa que el Señor Jesús enseña, como por ejemplo el bautismo, el orar, etc. Hay muchos jóvenes que consideran como trato riguroso el mandamiento divino de obedecer a sus padres; lo mismo que muchos estudiantes consideran insoportable el mandamiento de obedecer a sus maestros. Muchas esposas consideran muy cruel el mandamiento de Dios de someterse a maridos difíciles. Todavía no han llegado a aprender la primera lección: la de la obediencia. Los conflictos y desórdenes que ocurren actualmente en los hogares, escuelas, iglesias, en la política, en el país provienen de la rebelión.


La sumisión que enseña la Biblia tiene que ver con el someterse a las autoridades establecidas por Dios: padres, maestros, pastores, gobernantes, etc… Dado que todas las autoridades proceden de Dios, debemos aprender a obedecerlas a todas. Los problemas que enfrentamos en nuestros días se deben a hombres que ignoran el principio de autoridad, y por lo tanto viven al margen de la autoridad de Dios.

Para entender la autoridad se requiere revelación:

La infracción de la ley es desobediencia a la autoridad de Dios, y esto es pecado. Esto es cuestión de actitud del corazón, lo cual da a luz el pecado (conducta).

La era actual se caracteriza por la transgresión a la ley. El mundo está lleno de este pecado y pronto aparecerá el hijo de la transgresión. En el mundo se está socavando cada vez más la autoridad hasta que al fin todas las autoridades serán derrocadas y reinará la anarquía.

Sepamos bien que hay dos principios en el universo: el de la autoridad de Dios y el de la rebelión satánica. No podemos servir a Dios y a la vez tener un espíritu rebelde. Satanás se ríe cuando una persona rebelde dice tener a Dios y servirle, porque en tal persona mora el principio satánico. Quien quiere seguir a Dios debe entender y hacerlo bajo el principio de autoridad.


Dios establecerá su reino:

La rebelión de los ángeles caídos y del hombre fue el rechazo a la autoridad de Dios. Sin embargo, Dios no iba a renunciar a su autoridad. Aunque diariamente Satanás y los hombres violan la autoridad de Dios y se rebelan contra Él, Él establecerá su reino, en el cielo (donde se rebelan los ángeles), y en la tierra (donde se rebelan los hombres).


¿Cómo establece Dios su reino?

El Padre envió a su Hijo, quien jamás desobedeció al Padre, ni resistió a su autoridad mientras estuvo en la tierra cumpliendo la misión divina de salvación de la humanidad. Al Jesús obedecer perfectamente y permitir que la autoridad (voluntad) de Dios rigiera en forma absoluta, Jesús estableció el reino de Dios; por su propia obediencia. Jesús cumple su misión y constituye a su iglesia (como su esposa amada), de quien Él es la Cabeza. Ahora, tal como nuestro Señor lo ha hecho y lo ha ordenado, la iglesia también debe obedecer y hacer que prospere la autoridad de Dios y se manifieste su reino.


¿Cómo?

El propósito de Dios es que la iglesia sea su reino, donde Él ejerza su autoridad. Él desea tener su legítimo lugar en la vida de unos cuántos individuos (que le buscan de corazón sincero y humilde). Que éstos le den la preeminencia absoluta a Él, a fin de que prevalezca su autoridad y no haya rebelión. Dios está resuelto a establecer su autoridad entre sus criaturas. Él quiere que obedezcamos no solamente a su autoridad directa que Él ejerce, sino también a las autoridades delegadas que Él instituye. Lo que Dios espera es obediencia completa, no parcial.

El reino se hallaba en Jesús, quien vino a establecerlo en la iglesia, en quien tiene que estar implantado antes de que se lo pueda afianzar entre las naciones. No puede haber iglesia sin el Señor Jesús ni puede haber otra extensión del reino de Dios sin la iglesia. El Señor Jesús obedeció hasta en asuntos de muy poca importancia; por ejemplo: pagó el impuesto del templo. Careciendo de dinero, consiguió el siclo en la boca de un pez. Sobre el pago de los impuestos civiles, enseñó: “dad… a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios” (Mateo 22:21). Aunque el César era una persona rebelde, había sido establecido por Dios; por consiguiente se le debía obedecer. Por la obediencia de la iglesia, el reino de Dios se extenderá a toda la tierra. Cuando la iglesia obedezca en todo sentido, nuestro Señor se levantará y tratará con los que desobedecen.

Sin embargo, hoy por hoy hay muchos creyentes que son sensibles al pecado pero no a la rebelión. El ser deficiente en el pecado lo descalifica a uno de ser cristiano, pero el ser deficiente en la obediencia a la autoridad de Dios lo descalifica como persona obediente, por consiguiente lo hace no digno de ser autoridad.


La iglesia debe obedecer a la autoridad de Dios:

Es preciso que la iglesia conozca (le sea revelado) el principio de autoridad y aprenda a obedecer. No hay autoridad en la iglesia que no requiera obediencia. Dios se ha propuesto hacer que su autoridad se manifieste plenamente en la iglesia y que su reino se extienda por medio ella. Cuando la iglesia obedezca en todo sentido, la tierra entera será puesta bajo la autoridad de Dios. Si la iglesia no deja que la autoridad de Dios prevalezca en ella, impedirá que el reino de Dios cubra toda la tierra. La iglesia es, por lo tanto, el camino al reino; pero igualmente puede ser la frustración del reino.


¿Cómo podrá manifestarse el reino de Dios, si ante una pequeña contrariedad en la iglesia no podemos someternos? ¿Cómo podrá prevalecer el reino de Dios, si siempre estamos discutiendo entre nosotros?

Hemos retrasado grandemente el tiempo de Dios. Toda rebelión debe ser erradicada para que no sea obstaculizado el camino de Dios. Una vez que la iglesia haya obedecido verdaderamente, todas las naciones harán lo mismo. La responsabilidad de la iglesia es inmensa. Cuando la voluntad y el mandamiento de Dios se abran paso libremente en la iglesia, entonces sí que vendrá en reino de Dios.


En conclusión, el por qué de tanto padecimiento tiene su raíz o principio en el no reconocimiento de Dios como el dueño y Señor de todo y en todo lo que se hace aquí en la tierra, lo cual es rebelión a Su autoridad y tiene como consecuencia el castigo decretado desde el principio por tal transgresión: “¡maldita será la tierra por tu culpa! Con penosos trabajos comerás de ella todos los días de tu vida”… Génesis 3:17 (NVI). Sin embargo, “de tal manera nos ama Dios, que envió a su Hijo Jesús, para que todo aquel que cree en él, no se pierda (sea libre del castigo; del decreto sentenciado) y vuelva a la vida eterna de comunión inicial con el Padre (en quien no mora el mal, sino el bien)”. Significa que todo aquel que cree en Jesús y le confiesa con su boca que reconoce su autoridad y que se somete a ella; por su fe en Él, recibe su Espíritu de obediencia y de inmediato es apartado (santificado) y progresivamente, por revelación es llevado a la condición inicial de Adán antes de caer, sin maldad ni malicia en su corazón, con una perfecta armonía y confianza con nuestro Padre, quien se complace en su hijo y lo protege y libra del maligno, para que viva eternamente en completa justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo, que es la esencia del reino de Dios (Romanos 14:17).


Recibe a Jesús en tu corazón, confiésalo y hazlo el Señor de tu vida, mantente en comunión con Él y aprenderás a disfrutar de la paz y la alegría que sólo Él te puede dar por encima de lo que pasa en este mundo de aflicción y maldición por causa del pecado de la humanidad, del que ya tú has sido exonerado… Y si ya lo has recibido desde hace un tiempo atrás, pero todavía hay en ti signos de rebelión a las autoridades de Dios, mantente en oración y en la comunión con Jesús, pues el Espíritu Santo todo lo escudriña y revela a lo profundo de nuestro ser los pecados ocultos, y te ayudará a reconocerlos y apartarte de ellos. ¡Dios te de revelación, entendimiento en todo y te bendiga!

Elizabeth de Soto

NVI: Nueva Versión Internacional







 
 
 

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