El Vaticano Evangélico
- El Blog de Edgar y Liz

- 20 may 2020
- 3 Min. de lectura

Para atender las múltiples necesidades de la obra de Dios es evidente que se necesita organización. Mientras más y mejor esté organizada la denominación eclesiástica, estará en mejor posición de servirle a los intereses y necesidades, tanto espirituales como materiales que manan de la vida del pueblo en general. El equívoco puede ocurrir cuando centramos más nuestra atención en la estructura organizativa, en el nombre eclesiástico que identifica al organismo donde hacemos la obra, lo cual se traduce en una desviación del propósito de Dios. Cuando esto ocurre, nos hemos apartado de la visión de Dios y de su meta, pues no se trata de que los hombres edifiquen un “reino organizacional y eclesiástico” para Dios, porque esto, en última instancia, responde a los egos personales de los hombres y en esta circunstancia no se le puede servir al Señor ni atender con espíritu desprendido las necesidades de los hombres.
La Biblia es clara cuando sentencia que no se le puede servir a dos señores (Lucas 22:24-26). Si el corazón del liderazgo está dedicado a edificar la organización, a hacerla más grande, por intereses egoístas y con el fin de obtener renombre, caemos en el terreno de los religiosos que estaban llenos de eventos y actividades evangélicas, pero lo hacían por intereses mezquinos (Mateo 7:21-23).
Llama la atención que el ministerio de Cristo estuvo signado por traer esperanza y salvación al pueblo necesitado; en ese sentido, la compasión del Señor se desbordaba atendiendo las necesidades que manifestaba el pueblo, no así en el caso del liderazgo religioso, al cual Jesús cuestionaba severamente, al punto de señalarlos como los responsables principales del estado espiritual del pueblo de Israel.
La Biblia dice que las cosas que se escribieron, para nuestra enseñanza se escribieron (Romanos 15:4), por lo que lo reseñado en los registros bíblicos debe ser espejo aleccionador, para no cometer semejantes errores que enturbien el espíritu de aquellos que deben servir al Señor y a su obra, y no en función de edificar un reino personal.
Cuando la organización eclesiástica convierte en el centro de atención a sus ministros o ministerios y no al Señor y a la gente con sus necesidades, es síntoma de que hay serios visos de desviación en lo que debe ser el verdadero propósito encomendado por el Señor Jesús a quienes hacen Su obra.
La organización y sus designios no pueden estar por encima de lo más importante, como lo es nuestra relación con el Señor Jesucristo. Jesús es Señor, la organización no puede ser el Señor, ella tiene que estar supeditada al señorío de Cristo, a su voluntad y sobre todo, a su dirección, la del Espíritu Santo, para llevar a cabo el designio de Dios: crecer a la estatura de Cristo y extender el reino de Dios en la tierra.
¿A qué razones y motivaciones responde el sistema religioso y su organización eclesial?
Las razones de la misma no pueden ser buscadas en un tratado o credo religioso de buenas intenciones y de ortodoxia doctrinal, sino en sus acciones y los resultados de las mismas, la dirección de estas acciones y qué objetivo consolidan. Extender el reino de Dios o Su obra, que está en manos de los hombres, puede generar varios fenómenos:
provee reputación y reconocimiento a los liderazgos humanos o multiplica la salvación de las almas,
promueve a Jesús como Señor y su relación con Él o magnifica las autoridades que liderizan la institución eclesiástica,
manifiesta la piedad de Dios en el mundo o multiplica la parafernalia protocolar religiosa.
exalta el nombre de los días (día nacional de oración, día nacional de la biblia, etc…) o promueve la presencia de Dios en la iglesia y vida de los creyentes.
Son preguntas que hay que hacerse y para lo cual hay que encontrar las respuestas de Dios para conocer la dirección de la organización religiosa y si fuere necesario, ante la respuesta, modificar y rectificar actitudes y hasta arrepentirse de motivaciones y conducta que precisamente no glorifican a Dios sino que traen gloria a los hombres.
Lcdo. Edgar Soto R.





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