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Los Procesos de Dios

  • Foto del escritor: El Blog de Edgar y Liz
    El Blog de Edgar y Liz
  • 17 abr 2021
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 18 abr 2021


Durante mucho tiempo se ha enseñado a la iglesia a vivir de acontecimientos itinerantes, es decir, eventos, conferencias, grandes predicadores que vienen y van, grandes cumbres ministeriales y eclesiales; pero eventos van y eventos vienen y la iglesia evangélica tradicional continúa igual, ya que el activismo humano no genera cambios, no produce transformaciones, sólo produce sentimientos espasmódicos, elevaciones de ánimo circunstanciales, entusiasmo repentino que luego desaparece.

Entonces, frente a estos hechos, ¿de qué se trata?

Se trata de que la iglesia eche raíces en el fundamento y para ello el modelo es Cristo y sus discípulos. Los discípulos estaban de continuo bajo la cobertura e influencia del Señor, no se separaban de Él; entendían que la separación era muerte y que sólo el Señor tenía palabras de vida eterna. Salirse del cobijo del Señor produce falta de comunión, muerte, lo que ha llevado a la iglesia a buscar sustitutos y máscaras (hojas de higuera), como la religión, que no requieren ni demandan en el plano personal, pero en el plano social y espiritual despojan de influencia, de sentido y de propósito, cubriendo solo de ropajes falsos como el formulismo religioso, la ortodoxia doctrinal y el costumbrismo moral como sustitutos de santidad y comunión.

Las grandes reuniones, concentraciones o visitas de predicadores renombrados no generan cambios profundos, mucho menos transformaciones instantáneas en la vida del creyente y de la iglesia; cambios que sólo son posibles a través de los procesos que vienen de parte de Dios. Sólo una exposición continua, perseverante, que implique obediencia y sujeción a la Palabra de Dios comportará y se traducirá en cambios de actitud y conducta en el seno del creyente en general. Cambios que sí impactarán al entorno, tanto personal como familiar, influenciando la vida social en comunidad.

La iglesia tradicional ha construido todo un sistema que no tiene nada que ver con la obra y tratamiento del Espíritu Santo; es un sustituto que apuntala a la religión, tradiciones que desplazan la relación con el Espíritu Santo.


La relación constante, continua, es la única capaz de construir en el creyente fundamentos sólidos y convicciones profundas con capacidad de alterar el sistema de pecado del mundo con sus prácticas, perjuicios y consecuencias.


Esta confusión religiosa se da en el seno de la iglesia por la falta de revelación de la Palabra de Dios, la revelación del Espíritu. Esta revelación da una sola identidad, un mismo propósito, una misma dirección y una sola visión. Lamentablemente, cuando nos atamos al viejo vino, a los odres viejos o rechazamos la obra nueva del Espíritu Santo condenamos a un sector de la iglesia al ostracismo, a la parálisis y por último a su inanición y muerte.

Pretender cambios a través de mecanismos distintos a los establecidos por Dios refleja nuestra resistencia a los procesos de Dios. Llegamos a creer que realizar cursos teológicos, seminarios bíblicos, clases doctrinales va a generar los cambios tan deseados, olvidando o desconociendo que el llenar el intelecto de estudios o información acerca de Dios no cambia, no transforma. En verdad lo que cambia es el sometimiento del creyente en obediencia a la Palabra de Dios, no el estudio teórico en seminarios bíblicos. La obediencia en medio de las dificultades, en medio de presiones y hostilidades son los mecanismos de Dios para formar y hacer conocer a Jesús en la vida del creyente. Es la obediencia la que trae consigo conocimiento de Dios y este es el único camino capaz de generar auténtica transformación en el alma del creyente, pues genera revelación del propósito de Dios en la vida del individuo, lo cual deja huellas que definen la personalidad e “identidad de hijo de Dios”.

En cambio, la independencia individualista, la autosuficiencia que busca sus propios caminos, los más cómodos y confortables, sin cruz y negación, fomentando intereses propios están destinados indeclinablemente a la creación de personalidades religiosas, ajenas al carácter de Dios, donde priva el análisis intelectual y teológico de la letra muerta y que insensibiliza ante las necesidades espirituales de un mundo que muere de mengua por falta de la predicación poderosa y ungida, no religiosa sino práctica del evangelio de Jesucristo.

Los procesos de Dios no son las escuelas y seminarios bíblicos. La escuela de Dios está definida por el camino de la obediencia a Su Palabra, de negación del “yo” y el camino de la cruz. La iglesia tradicional ha sustituido todo esto por sus propios caminos, barnizándolo de un biblicismo inexistente, adornándolo como verdad de Dios; todo ello ha producido un prosélito que ha multiplicado la religión y que ha traído ausencia de relación con Dios en la vida de la iglesia y del creyente, siendo ésta desplazada por lo que afirmamos al principio: eventos, acontecimientos, concentraciones y cumbres, donde el centro son los hombres, sus nombres, sus posiciones jerárquicas y no Cristo Jesús, el Hijo de Dios.

Lcdo. Edgar Soto R.

 
 
 

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