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"UN VOTO DE CONFIANZA"

  • Foto del escritor: El Blog de Edgar y Liz
    El Blog de Edgar y Liz
  • 12 jun 2020
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 18 jun 2020


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Está presente en gruesos sectores de la iglesia una mentalidad que la denominaríamos como mística, esotérica, que cae en el terreno del espiritualismo y que espera que la solución de los problemas terrenos sean ejecutados por ángeles, emisarios enviados por Dios, como prueba y constancia irrefutable de que la solución ha caído del cielo, ha venido de lo alto, pues no ha habido ninguna intervención de carne ni de sangre en el asunto. Así está ocurriendo en el tema político.

Si bien es cierto, muchos creen que la salida de la situación política de este país ha de venir de parte de Dios, lo creen en términos casi mágicos y fantásticos, donde Dios casi va a descender en persona y va a colocar un gobernante en Miraflores, directamente designado por Él. Éstos consideran que no va a ser a través de la contienda electoral, ni a través de votaciones, sino que va a ocurrir una suerte de acto donde un cristiano evangélico, que nadie conoce, que no se sabe de dónde viene, sin trayectoria ni testimonio social, tal cual ha de aparecer en la silla de Miraflores y ha de gobernarnos per sécula seculórum.

Este sector evangélico tacha de idolátrico y de maldito a todo aquel que se atreve a señalar a un determinado personaje, hombre de Dios, como un posible agente para consumar el propósito divino (tantas veces esgrimido en las profecías) de dirigir los destinos de la nación y ser el gobernante a través del cual vendrán los tan anhelados días de gloria que espera el país. Ellos cuestionan de manera incoherente toda posibilidad siquiera de pensar en un proceso eleccionario donde se vote por este posible gobernante cristiano, porque “disque y según se estaría confiando en el hombre y no en Dios”, y en la teología evangélica elaborada por ellos, esto es inaceptable.

A mi modo de ver, viven en un estado de misticismo que les impide ver la realidad de las cosas y no entienden que Dios actúa a través de los hombres, y que no es ningún pecado, ni ninguna perversión de la Palabra de Dios el promover la candidatura de un hombre de Dios para el gobierno de este país. No saben ni comprenden que toda relación humana se fundamenta en una relación de confianza que los seres humanos elaboran entre sí para vincularse, edificando relaciones que son necesarias y que se dan en todos los terrenos y sin las cuales es imposible vivir; el ser humano por naturaleza necesita confiar, necesita depositar la confianza en sus congéneres, en su prójimo, como recurso para relacionarse e integrarse con los demás, y sin la cual la vida en sociedad es imposible (eso ocurre en el seno de la familia, de los amigos y de las relaciones sociales en general). Así que estos sectores evangélicos, mucho yerran al rechazar la posibilidad de promover las virtudes de un hombre cristiano para la presidencia de la República de Venezuela, bajo el supuesto argumento de que “maldito es el hombre que confía en el hombre”, sacando el texto bíblico fuera de todo contexto y mal interpretándolo, aplicándolo a hechos que no tienen nada que ver con lo que Dios quiere decir.

En el fondo hay otra serie de razones que subyacen; entre éstas: no les cuadra en su “mentalidad cuadrada” el protagonismo del hombre de Dios, no aceptan, y rechazan ese protagonismo porque durante toda la historia eclesiástica de este país, han sido sólo ellos los líderes de un quehacer religioso, por cierto restringido, acotado, limitado, que no ha afectado lo suficientemente al entorno social, pues lo que ha producido durante mucho tiempo ha sido una mentalidad religiosa que no saciaba ni transformaba la necesidad espiritual y material de nuestro entorno social, y ahora que se hace presente la alternativa de un liderazgo cristiano que se hace entender tanto a propios como a extraños, que es digerible y comprensible por el pueblo, sin rebuscamientos teológicos ni de castas sacerdotales, sino con la sencillez de un hombre de Dios con la condición de Pastor, que ha demostrado estar dispuesto no sólo a escuchar sino a atender las necesidades de un pueblo que ha padecido por mucho tiempo, entonces, se trata de que los líderes de la iglesia rompan con esos conceptos y esquemas mentales que la atan a soluciones mágicas y que se atrevan a empoderarse y ser protagonistas tanto de los cambios espirituales y de las transformaciones sociales, siendo la iglesia la que lidere estos cambios, y que reconozcan al hombre que Dios está colocando al frente de todo este desafío y gestión.

Lcdo. Edgar Soto R.

 
 
 

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