Proceso de Transición Hacia un Nuevo Tiempo
- El Blog de Edgar y Liz
- 6 feb 2021
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La identidad y posición del creyente en Cristo no debe estar puesta en duda y bajo sospecha por juntarse con personas, sectores o grupos que no son afines a nuestro pensamiento, lo cual en el fondo reflejaría la inconsistencia de nuestra identidad de hijos de Dios, por el solo hecho de exponernos a corrientes que nos son ajenas. Debemos estar persuadidos de nuestra posición en Cristo como medio y vehículo para arrojar luz y traer conocimiento de la verdad y multiforme gracia del Dios al cual seguimos. En este sentido, se hace interesante la tarea liderada por el pastor Bertucci al incursionar en el ámbito político, como una puerta a la que tiene que acceder la iglesia en razón del agotamiento del liderazgo político de este país. ¡Ojo!, no estamos abogando a que el pastorado abandone su tarea ministerial, sino que al igual que “los pastores de El Cambio” pasen a engrosar una nueva raza de creyentes capaces de asumir los nuevos desafíos que ha de enfrentar la iglesia de Jesucristo en Venezuela.
Por muchos años, la iglesia ha visto con mucho recelo el oficio político encarnado en la figura de un líder espiritual, al punto no sólo de cuestionarlo, sino que ha considerado dicha función como exclusiva sólo de ciertos sectores de la sociedad y que en el tal quehacer no hay que involucrarse. Evidentemente, toda una enseñanza religiosa que no tiene nada que ver con los parámetros encontrados en la historia Bíblica y reflejada por hombres como: Moisés, Samuel, David; que no sólo desempeñaban funciones gubernamentales, sino también a la par el oficio sacerdotal; eso sin contar con: José, Mardoqueo, Daniel, etc…, por lo que cualquier posición que se atreva a rechazar e impedir la participación de la iglesia en tareas políticas no tiene nada que ver con lo que Dios enseña en Su Palabra; más aún, habiendo testimonios históricos de hombres de Dios que afectaron con su pensamiento y conducta espiritual y política, la vida de pueblos enteros, como: Martín Lutero, Calvino, Zwinglio , etc…, quienes trajeron la “Reforma Protestante”, que implicó una revolución profunda y el cambio de paradigmas, que significó deslastrarse del gobierno del papado en la vida de los pueblos europeos.
En este marco, las primeras reuniones que ha tenido el pastor Bertucci con sectores eclesiásticos están siendo esclarecedoras, a pesar de las resistencias que aún persisten, las cuales han de ceder con el transcurrir de los días. Es conveniente entender la posición del pastor (como diputado, miembro de la ‘Comisión de Diálogo y Reconciliación Nacional’) en la labor de confeccionar la propuesta de Ley de Religión y Culto. En tal sentido, él está obligado (por ser funcionario de Estado) a oír a todos los sectores (sin que ello implique renunciar a sus principios), no sólo cristianos sino también contrarios a nuestra doctrina, es decir: musulmanes, budistas, incluso místicos y esotéricos; pero esto no debe preocupar a la verdadera iglesia de Cristo, sino verlo desde la perspectiva de que hay que elaborar una ley para todo un país y para treinta millones de venezolanos, y que no somos la iglesia de la Edad Media con un aparato represor, especie de inquisición que ha de perseguir a aquellos que no comulguen con el pensamiento cristiano, enviándolos a la hoguera.
Insistimos, nuestra identidad en Cristo no está amenazada por sentarnos a la mesa y escuchar a sectores divergentes, más aún cuando Dios está empezando a colocar a sus santos en “puestos de eminencia y de decisión” con el objeto de arrojar y producir entendimiento a todos los sectores de la vida nacional, que están urgidos de dirección y de la “revelación de Jesucristo”.
Al momento presente se está dando un proceso de transición en Venezuela, el cual está inaugurando “un nuevo tiempo”, es decir, de una iglesia religiosa preocupada por su reputación acerca de ¡con quién le ven juntarse! (inquietada por los formalismos y apariencias) hacia una iglesia con identidad y revelación de Jesucristo: un Señor que “comía con publicanos y pecadores” y con la clase gobernante de los fariseos (Lucas 5:29,30 y 14:1).
Tenemos que entender que la integridad de la iglesia no depende de aspectos exteriores sino de profundas convicciones en Cristo, las cuales determinan nuestra actitud y conducta, que es producto de nuestra relación con Jesús, y que no deben ser puestas en tela de juicio por “juntarnos con los no creyentes”. Esto coincide con la enseñanza del apóstol Pablo de que en semejante circunstancia estaríamos obligados a salir del mundo, aclarando que en el fondo no hay problemas de juntarse con no creyentes que fueran avaros, idólatras y hasta ladrones, pues en tal situación estaríamos obligados, no sólo a no entrar en contacto sino también a no relacionarnos con personas que no comulgasen con nuestra fe (1ª Corintios 5:10,11). Aquí ocupa lugar importante el criterio bíblico de que la luz no puede ser puesta debajo de una vasija” (Lucas 8:16), práctica consuetudinaria por muchos años de la iglesia venezolana, la cual trajo como consecuencia no afectar ni incidir en el contexto espiritual y social de nuestro país.
Ahora se trata de todo lo contrario, sacar la sal de sus depósitos y espolvorear con ella la vida política, social y económica de la nación para santificarla, adecentarla y ordenarla, trayendo el reino de Cristo a la vida del país, entendiendo de este modo que ya no caben rezagos ni alejamientos por parte del liderazgo y de la iglesia en su responsabilidad de influenciar a Venezuela, escudándose en consejos ascéticos, fariseos y paganos que esgrimen que tal posición mancharía la “santidad de la iglesia”. Esa tesis le hace el juego al diablo, que quiere que el país se pierda y no sirva al propósito divino. Ya la iglesia ha empezado a renunciar a estas posiciones oscurantistas asumiendo el rol que le corresponde de parte de Dios, el cual es impactar y trastornar las viejas bases de la antigua Venezuela para dar paso al nacimiento de la nueva Venezuela.
Lcdo. Edgar Soto R.
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