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Versión libre de algunas parábolas de Jesús

  • Foto del escritor: El Blog de Edgar y Liz
    El Blog de Edgar y Liz
  • 7 oct 2020
  • 2 Min. de lectura

Un padre de familia que tenía hijos legítimos y bastardos, tuvo que hacer un viaje y dejar a sus hijos legítimos a cargo de la administración de los bienes de la familia.

Los hijos bastardos, que se reunían con los bandoleros de la cuadra, planificaron engañar a estos hermanos, ofreciéndoles darles la manutención a cambio de ellos tomar el lugar del padre para administrar los bienes de la familia y sus rendimientos; y de este modo, ellos simuladamente enseñorearse sobre todo, con el respaldo y apoyo de sus compañeros de bandas, a quienes les correspondería su participación de los beneficios, a cambio de su trabajo de apoyo y custodia.

Otros de los hijos bastardos, que también se la pasaban en la calle, reuniéndose en las casas de los vecinos, les piden el favor a sus amigos vecinos, que intervengan en la situación de la familia para boicoteen a los segundos, negándoles las compras en las empresas familiares y cerrándoles las puertas a todo ingreso de la parentela, además de apoderarse de aquellas empresas y concesionarias que funcionaban en los locales de esos vecinos.

Por otra parte, los hijos legítimos, que siempre estaban al lado de su padre, son los que escuchaban sus consejos, pero todavía en su inmadurez no entendían que ellos eran los herederos de los derechos, posición y bienes del padre; eran incapaces de asumir su responsabilidad como encargados de los negocios familiares, alegando que ellos no están llamados a meterse en esos asuntos de administración porque eso es cosa de bandidos, mentirosos y peleones, y como los hijos están para mostrarse con buena reputación (santos), tienen que esperar que el padre les envíe un emisario especial, sin darse cuenta de que en las enseñanzas que el padre les daba les decía que no son los ángeles los que tienen que hacer el trabajo, sino que él había determinado que ese trabajo tenían que hacerlo sólo sus hijos, a quiénes él les había dejado el poder firmado y refrendado y las cartas abiertas para que lo hicieran con la autoridad de él, en su mismo nombre y con las herramientas, talentos y hasta con la misma ayuda de su Espíritu de poder, amor y dominio propio.

Ahora bien, cuando vuelva el padre de familia y les pida cuentas a los hijos acerca de la administración de sus bienes, para lo cual les había repartido los talentos que les había entregado a cada uno según su capacidad, ¿Qué cuentas le van a entregar esos hijos?, ¿Será que piensan responderle como el siervo negligente?: “sabía que eres hombre duro, que cosechas en toda instancia donde no se ha sembrado y recoges donde no se ha mostrado tu evangelio y tus obras. Así que tuve miedo de ensuciar mi reputación y santidad entre pecadores, y escondí tu palabra y tus testimonios sólo entre mis hermanos legítimos…” ¿Qué responderá el padre de la familia?...

Ya lo respondió… Mateo 25:26-30

Liz de Soto

 
 
 

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